Sueños

Todo empezó en aquel espeso bosque, de frondosos árboles, recónditos tras el velo de la noche la cual alzaba a su emperatriz al cielo vestido con su traje blanco y su báculo con el cual reinaba con su luz la oscuridad de la noche. Tras los enormes robles, de tronco ocre enroscado se hallaba un lago, de cristalinas aguas mecidas por el viento céfiro de aquella noche, de la cual surgían nenúfares como cantos de sirenas. A lo lejos, difuminada con acuarela blanca se veía una pequeña montaña, de cumbre nevada y fría como la escarcha acumulada en la punta de las hojas rojas de los robles, que se tornalunaban blancas y argentosas tras el reflejo de la Luna llena que alumbraba los reinos perdidos de aquel bosque sin fin. Aquellos reinos perdidos que se ocultaban en el bosque un día, un hombre les puso el nombre de sueños. Vanos sueños son los que se explicarán a lo largo de este relato, que, al igual que los sueños, nunca acabó ni acaba, pero tampoco acabará.

jueves, 29 de diciembre de 2011

El festín de los sueños

Cuando la noche cayó y las estrellas se alzaron al cielo, las luces del castillo se encendieron y relucieron ante la luna su ornamento de escarlata y oro. Todo el mundo había acudido a esa fiesta, en el día de los Sueños. El castillo tenía altos ventanales que daban al mar, vestidos con lujosas cortinas de terciopelo rojo. Una alfombra hecha de lapislázuli y una cómoda de azabache. El techo era una cúpula transparente, de cristal, con la base hecha de rejalgar rojo y brillante. Las paredes se guarnían de grandes espejos de marco áureo y argento y la cama donde estaba, llena de almohadones y mantas azules. Dos grandes pilares de marfil y mármol daban la entrada a un pequeño balcón. Semiesférico y con el  suelo de yeso y con betas de galena y ónix negro. La balaustrada era de esmeralda y jade y su gran vista daba a un mar infinito, de gamas azuladas y verdosas. La gente entraba por un gran portal, con un enorme cortavientos de malaquita. La dama del castillo bajó por las escaleras de marfil hechas de marfil negro, hasta que llegó a un enorme salón. La gente estaba sentada, en enormes sillones de rubí y escarlata. Pequeñas mesas de  aguamarina comenzaban sus patas con extraviados firuletes de plata y piedra de luna. Encima de ellas se hallaban grandes fuentes con comida y varias copas de cava a medio acabar. Famosos juglares se encontraban allí para recitar los poemas y los  Cantares de los sueños.
Al acabar el enorme, colosal y abundante banquete todos se sentaron en torno a la mesa del banquete, que dejaba un espacio rectangular en mitad de la sala, grande y espacioso. Los reyes se sentaban en el centro y los señores y damas a los lados de los reyes. En las otras dos mesas, la izquierda se sentaban los condes, los duques y los marqueses y a la derecha, el pueblo, los juglares y los trovadores. Comenzó el espectáculo, presentado por Kaos, el cual llevaba galas rojas y púrpuras. Con elegantes gestos invitó a pasar al enorme rectángulo al primer Contador de Sueños; Cronos.
Y cuando el primer aullido de lobo que se escuchó cantar a la luna, quedoó inagurado el festín de los sueños, en el cual las mentes vuelan libres, sin opresión alguna, con libertad.