Cuando la noche cayó y las estrellas se alzaron al cielo, las luces del castillo se encendieron y relucieron ante la luna su ornamento de escarlata y oro. Todo el mundo había acudido a esa fiesta, en el día de los Sueños. El castillo tenía altos ventanales que daban al mar, vestidos con lujosas cortinas de terciopelo rojo. Una alfombra hecha de lapislázuli y una cómoda de azabache. El techo era una cúpula transparente, de cristal, con la base hecha de rejalgar rojo y brillante. Las paredes se guarnían de grandes espejos de marco áureo y argento y la cama donde estaba, llena de almohadones y mantas azules. Dos grandes pilares de marfil y mármol daban la entrada a un pequeño balcón. Semiesférico y con el suelo de yeso y con betas de galena y ónix negro. La balaustrada era de esmeralda y jade y su gran vista daba a un mar infinito, de gamas azuladas y verdosas. La gente entraba por un gran portal, con un enorme cortavientos de malaquita. La dama del castillo bajó por las escaleras de marfil hechas de marfil negro, hasta que llegó a un enorme salón. La gente estaba sentada, en enormes sillones de rubí y escarlata. Pequeñas mesas de aguamarina comenzaban sus patas con extraviados firuletes de plata y piedra de luna. Encima de ellas se hallaban grandes fuentes con comida y varias copas de cava a medio acabar. Famosos juglares se encontraban allí para recitar los poemas y los Cantares de los sueños.
Al acabar el enorme, colosal y abundante banquete todos se sentaron en torno a la mesa del banquete, que dejaba un espacio rectangular en mitad de la sala, grande y espacioso. Los reyes se sentaban en el centro y los señores y damas a los lados de los reyes. En las otras dos mesas, la izquierda se sentaban los condes, los duques y los marqueses y a la derecha, el pueblo, los juglares y los trovadores. Comenzó el espectáculo, presentado por Kaos, el cual llevaba galas rojas y púrpuras. Con elegantes gestos invitó a pasar al enorme rectángulo al primer Contador de Sueños; Cronos.
Y cuando el primer aullido de lobo que se escuchó cantar a la luna, quedoó inagurado el festín de los sueños, en el cual las mentes vuelan libres, sin opresión alguna, con libertad.