Sueños

Todo empezó en aquel espeso bosque, de frondosos árboles, recónditos tras el velo de la noche la cual alzaba a su emperatriz al cielo vestido con su traje blanco y su báculo con el cual reinaba con su luz la oscuridad de la noche. Tras los enormes robles, de tronco ocre enroscado se hallaba un lago, de cristalinas aguas mecidas por el viento céfiro de aquella noche, de la cual surgían nenúfares como cantos de sirenas. A lo lejos, difuminada con acuarela blanca se veía una pequeña montaña, de cumbre nevada y fría como la escarcha acumulada en la punta de las hojas rojas de los robles, que se tornalunaban blancas y argentosas tras el reflejo de la Luna llena que alumbraba los reinos perdidos de aquel bosque sin fin. Aquellos reinos perdidos que se ocultaban en el bosque un día, un hombre les puso el nombre de sueños. Vanos sueños son los que se explicarán a lo largo de este relato, que, al igual que los sueños, nunca acabó ni acaba, pero tampoco acabará.

jueves, 2 de enero de 2014

"My Own Wolrd"


Leves sonidos de negra inmensidad, de un pasar de hojas, carcomido por el tiempo, inmóvil aguja de fina plata repujada por destellos de anaranjado sol del atardecer, suenan, sin cesar, tocando, rozando, acariciando cuerda con cuerda, sonido con sonido. Graves notas que bailan, gritos de dulce agonía, fiera furia infantil, de ciegas parcas de un ojo, que corren, corren sin cesar, con sus dos dedos de esquelética proporción mientras en sus estelas de vino y sangre dejan recorrer con sutiles venas de reyes, azules mares de roja espuma.
Perpetua voz, inconsciente, idolatrada sutileza del horizonte, canto de sirenas que inunda, sin saber sabiendo, ignota maravilla de turbios labios de negra piel, de largas faldas y de alhajas bien decoradas, de verdes mantos de niebla y de bellas gotas de azul agua que recorren ríos de olvidada piedra.
Oíanse las estrellas sonar, tintineo de dulces campanas acompañadas por la música de las esferas, eterna y pensante fluidez mental de almas, de negras mariposas de pupilas lilas y verdosas, de tornalunada tez irónica, paradoja de tiempo sin cesar que revitalizantes destellos en negros mantos de tierra divina se expanden y explotan como frágiles granadas de cristal púrpura, mezclado, sin saber porqué, con pequeñas migajas de olor a café camuflada entre los electrones de los truenos que a lo lejos de mi mente suenan, Oh, mi bella dama, de negra tez de brunos ojos de blanca voz de ojos minados de zafiro y de lagrimas que cruzan puentes parisinos entre sus consonantes autóctonas, esas tan detestables y deleitables al mismo tiempo que la ironía del destino de estar jugando con mi mente,como una bella caja de donde, sin tocar tocando, en la sutileza y fragilidad del atardecer, ennegrece el oscuro averno una tétrica faz de violines, ternarios movimientos de cabeza, conjuntos de mortuorios valses, creados por el tintineo de esos gorros de cascabeles que juntos se aguantan de una raíz de un árbol que hace sonar a la luna, de sonrisa abierta que apunta al norte.
Sus pasos de gran medida, gigantescos y pantagruélicas cantidades de ingentes almas perdidas que hacen olvidar el refugio melancólico de la nostalgia que nos adormece, idolatrada alquimia de negro plomo de áurea noche y de destellos de guerra que notan sus afanes en los campos de azufre durmiente, mientras sesgando con la dulce muerte, mi querida diosa de blanca y tornasolada esclerótica de palabras sin sentido de mi bello cuerpo de su bello cuerpo que subyugan miradas de muerte y odio, y tornan del sol en la mañana en felices y aventureras almas perdidas que siguen vanamente las frases, las oraciones, aquellas verbales contingentes que tienen como punto inicial el aborrecer con su fútil nomenclatura el odio hacia aquello que no podemos ver, aquello que nos inspira y sin saber porque de nuevo, nos vemos sumergidos, hipnotizados por negras mentes de frac y sombrero que rompen con afiladas tijeras, sables de dientes incisivos, carnívoras mentes en busca de su presa que débil espera una, nomenclatura.
Sin embargo, esa mente, ese impedimento al pensar y al crear, ese juego divino, esas mentes que vuelan, esos laberintos que se crean no han de ser destruidos por una mera mente que no hace más trabajo que clasificar los mundos que orbitan al rededor de una danza de truenos de una noche.