Sueños

Todo empezó en aquel espeso bosque, de frondosos árboles, recónditos tras el velo de la noche la cual alzaba a su emperatriz al cielo vestido con su traje blanco y su báculo con el cual reinaba con su luz la oscuridad de la noche. Tras los enormes robles, de tronco ocre enroscado se hallaba un lago, de cristalinas aguas mecidas por el viento céfiro de aquella noche, de la cual surgían nenúfares como cantos de sirenas. A lo lejos, difuminada con acuarela blanca se veía una pequeña montaña, de cumbre nevada y fría como la escarcha acumulada en la punta de las hojas rojas de los robles, que se tornalunaban blancas y argentosas tras el reflejo de la Luna llena que alumbraba los reinos perdidos de aquel bosque sin fin. Aquellos reinos perdidos que se ocultaban en el bosque un día, un hombre les puso el nombre de sueños. Vanos sueños son los que se explicarán a lo largo de este relato, que, al igual que los sueños, nunca acabó ni acaba, pero tampoco acabará.

martes, 15 de mayo de 2012

Las rejas de la libertad

Entre sus atezadas tunicas que cubrían la tez al Gible, el viento sur del desierto, se escondían mil y una historias, que se difuminaban con la tormenta de arena que Gible provocaba, y entre los brunos ojos del desierto, se distinguía un viejo y anciano vendedor de alfombras, según él, hiladas con piedras preciosas. Su tez era negra, como el carbón, sus ojos hacían un blanco tensado y sus pupilas  se hundían en su negro iris. Su sonrisa brillaba con treinta piedras blancas, pulidas con la arena del baldío terreno ocre y con dunas. Llevaba unas babuchas negras con rubíes en sus pies, unos amplios bombachos blancos con una línea púrpura en el lateral y un chaleco de algondón con alternado de blanco y negro. Sus ojos permanecían cerrados y su mente seguía siendo un pequeño albatros.
Cuando el sol ocultó el penúltimo rayo de sol tras la duna que tenía en frente suyo, abrió los ojos paulatinamente y las aletas de la nariz empezaron a moverse. Se irguió, separándose de los ladrillos de la muralla donde estaba apoyado. Al cabo de un rato, un hombre pasó por su lado, y contemplándolo, esperó un rato, hasta que lo reconoció. Al reconocerlo le dijo con tinieblas misteriosas:
- Señor, hablan de usted, en la Alhambra, maldiciendo su nombre y deshonrando su fatal destino de hermitaño.
- Querido,-dijo el árabe- por cada cosa que digas, debes pensar en liberar la palabra de todos sus encarcelamientos,  llamadas, Las Tres Rejas.  
- ¿En qué consisten las Tres Rejas?- preguntó el chico interesado por el honor hacia la sociedad.
- primero, la verdad, ¿Es completamente seguro de lo que has dicho?
- Es un rumor muy espamentado, señor.
- bien, la segunda reja es la bondad, ¿Es beneficioso para alguien lo que me vas a decir?
- No, señor, no es importante.
- Y por ultimo, la necesidad, ¿Realmente es importante, tanto como para gastar este precioso tiempo, en decirme una cosa, que por mucho que me la digas, no podré solucionar?
- No, realmente no es importante, señor.
- Pues sepultemos lo visto y lo escuchado en este mundo y sabiendo que todo y nada es importante, escucha siempre, pero jamás tomes la decisión de opinar sobre una critica suya, a menos, que con tus valores abras las tres rejas, que suponen la verdadera libertad.

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