Entre sus atezadas tunicas que cubrían la tez al Gible, el viento sur del desierto, se escondían mil y una historias, que se difuminaban con la tormenta de arena que Gible provocaba, y entre los brunos ojos del desierto, se distinguía un viejo y anciano vendedor de alfombras, según él, hiladas con piedras preciosas. Su tez era negra, como el carbón, sus ojos hacían un blanco tensado y sus pupilas se hundían en su negro iris. Su sonrisa brillaba con treinta piedras blancas, pulidas con la arena del baldío terreno ocre y con dunas. Llevaba unas babuchas negras con rubíes en sus pies, unos amplios bombachos blancos con una línea púrpura en el lateral y un chaleco de algondón con alternado de blanco y negro. Sus ojos permanecían cerrados y su mente seguía siendo un pequeño albatros.
Cuando el sol ocultó el penúltimo rayo de sol tras la duna que tenía en frente suyo, abrió los ojos paulatinamente y las aletas de la nariz empezaron a moverse. Se irguió, separándose de los ladrillos de la muralla donde estaba apoyado. Al cabo de un rato, un hombre pasó por su lado, y contemplándolo, esperó un rato, hasta que lo reconoció. Al reconocerlo le dijo con tinieblas misteriosas:
- Señor, hablan de usted, en la Alhambra, maldiciendo su nombre y deshonrando su fatal destino de hermitaño.
- Querido,-dijo el árabe- por cada cosa que digas, debes pensar en liberar la palabra de todos sus encarcelamientos, llamadas, Las Tres Rejas.
- ¿En qué consisten las Tres Rejas?- preguntó el chico interesado por el honor hacia la sociedad.
- primero, la verdad, ¿Es completamente seguro de lo que has dicho?
- Es un rumor muy espamentado, señor.
- bien, la segunda reja es la bondad, ¿Es beneficioso para alguien lo que me vas a decir?
- No, señor, no es importante.
- Y por ultimo, la necesidad, ¿Realmente es importante, tanto como para gastar este precioso tiempo, en decirme una cosa, que por mucho que me la digas, no podré solucionar?
- No, realmente no es importante, señor.
- Pues sepultemos lo visto y lo escuchado en este mundo y sabiendo que todo y nada es importante, escucha siempre, pero jamás tomes la decisión de opinar sobre una critica suya, a menos, que con tus valores abras las tres rejas, que suponen la verdadera libertad.
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