Son, meramente, puntos de vista, diferentes, como individuos, divisibles, en sí mismos...como pensamientos. Bajo la alarmante llamada de la luz, espetó un bislumbre de transmisión, galvánica y terrible, entre los dos polos, de tungsteno... Ennegrecida, la puerta, la bella salida, que de noche, está oculta, tras el juego de sombras chinas, que especta la Luna, desde su temporal firmamento. Son esos fatuos destellos, de electrizantes átomos, que iluminan el lúgubre y tétrico, sendero, que pese a su corto espacio, traza, lentamente, cual a rito, un impotente paso, vaporizado, tras la magia del movimiento. Se oyen los dulces tintineos, recuerdos, duraderos empíricos olvidos, que rememoran la infancia, inexistente, onírica, y dulce imaginación, otorgada a través de su sutil voz, producto del dindineo, suave y perdurante, del choque de los recuerdos...
Lentamente se abren, eruditos a mi alma, inexperimentados sentimientos, que sin saber el - yo - qué realmente, significan, se expresan, tal como la blanca y ennegrecida luz del ambiente, una calma corta, breve de pocas palabras, rápidas, fuídas y fulgurantes vocábulos, producidos por el aborrecer del paso del tiempo inútil, utilizando, su juego, en contra suya, mágicamente, para ganar a la virtud mencionada. Son producto del desgaste, esas columnas, dóricas marmóreas, arraigadas, en ellas, como lapas, la carcoma del desgaste, negro como la muerte, pronunciada ante el peligro del no-saber, que es lo ocurrido, o lo que allí ocurrirá, es el tren, este de largas y perspectivamente altas columnas griegas, que a torcer no alcanza el viento, pero si el tiempo, sintoma de un cambio, tanto metafórico como real, ante la simple connotación del pensamiento de nuestro propio futuro... (sin fin...)
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