Sueños

Todo empezó en aquel espeso bosque, de frondosos árboles, recónditos tras el velo de la noche la cual alzaba a su emperatriz al cielo vestido con su traje blanco y su báculo con el cual reinaba con su luz la oscuridad de la noche. Tras los enormes robles, de tronco ocre enroscado se hallaba un lago, de cristalinas aguas mecidas por el viento céfiro de aquella noche, de la cual surgían nenúfares como cantos de sirenas. A lo lejos, difuminada con acuarela blanca se veía una pequeña montaña, de cumbre nevada y fría como la escarcha acumulada en la punta de las hojas rojas de los robles, que se tornalunaban blancas y argentosas tras el reflejo de la Luna llena que alumbraba los reinos perdidos de aquel bosque sin fin. Aquellos reinos perdidos que se ocultaban en el bosque un día, un hombre les puso el nombre de sueños. Vanos sueños son los que se explicarán a lo largo de este relato, que, al igual que los sueños, nunca acabó ni acaba, pero tampoco acabará.

lunes, 11 de febrero de 2013

Ritos de paso


Son, meramente, puntos de vista, diferentes, como individuos, divisibles, en sí mismos...como pensamientos. Bajo la alarmante llamada de la luz, espetó un bislumbre de transmisión, galvánica y terrible, entre los dos polos, de tungsteno... Ennegrecida, la puerta, la bella salida, que de noche, está oculta, tras el juego de sombras chinas, que especta la Luna, desde su temporal firmamento. Son esos fatuos destellos, de electrizantes átomos, que iluminan el lúgubre y tétrico, sendero, que pese a su corto espacio, traza, lentamente, cual a rito, un impotente paso, vaporizado, tras la magia del movimiento. Se oyen los dulces tintineos, recuerdos, duraderos empíricos olvidos, que rememoran la infancia, inexistente, onírica, y dulce imaginación, otorgada a través de su sutil voz, producto del dindineo, suave y perdurante, del choque de los recuerdos...
   Lentamente se abren, eruditos a mi alma, inexperimentados sentimientos, que sin saber el - yo - qué realmente, significan, se expresan, tal como la blanca y ennegrecida luz del ambiente, una calma corta, breve de pocas palabras, rápidas, fuídas y fulgurantes vocábulos, producidos por el aborrecer del paso del tiempo inútil, utilizando, su juego, en contra suya, mágicamente, para ganar a la virtud mencionada. Son producto del desgaste, esas columnas, dóricas marmóreas, arraigadas, en ellas, como lapas, la carcoma del desgaste, negro como la muerte, pronunciada ante el peligro del no-saber, que es lo ocurrido, o lo que allí ocurrirá, es el tren, este de largas y perspectivamente altas columnas griegas, que a torcer no alcanza el viento, pero si el tiempo, sintoma de un cambio, tanto metafórico como real, ante la simple connotación del pensamiento de nuestro propio futuro... (sin fin...)

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