Sueños

Todo empezó en aquel espeso bosque, de frondosos árboles, recónditos tras el velo de la noche la cual alzaba a su emperatriz al cielo vestido con su traje blanco y su báculo con el cual reinaba con su luz la oscuridad de la noche. Tras los enormes robles, de tronco ocre enroscado se hallaba un lago, de cristalinas aguas mecidas por el viento céfiro de aquella noche, de la cual surgían nenúfares como cantos de sirenas. A lo lejos, difuminada con acuarela blanca se veía una pequeña montaña, de cumbre nevada y fría como la escarcha acumulada en la punta de las hojas rojas de los robles, que se tornalunaban blancas y argentosas tras el reflejo de la Luna llena que alumbraba los reinos perdidos de aquel bosque sin fin. Aquellos reinos perdidos que se ocultaban en el bosque un día, un hombre les puso el nombre de sueños. Vanos sueños son los que se explicarán a lo largo de este relato, que, al igual que los sueños, nunca acabó ni acaba, pero tampoco acabará.

domingo, 10 de febrero de 2013

Tizne subjetivo


Son pequeños factores, cambiantes escenas, mobiles ante la corriente, que rápidamente fluye por el interior de esa vida, de ese conjunto de sociedades. Es toda la verdad, subjetiva cual la muerte, que sin embargo, se luce teatralmente, para transmitir y exponer, las ideas, y crear un creer en la sabiduría. Postrante y desértica, soledad que humedece las madereras rayuelas, mates y brunas por la soledad, y brillantes, por la débil entrada de un leve susurro de los rayos del sol, que expectantes, luchan por zafarse de los grises y opacos nubarrones, que se ciernen sobre la escultura...
   Archivadas, las enmohecidas solapas, solemnes cantan como himno su bello y dulce interior, exponiendo sus saberes a los arraigados tablones, donde, sucumbe subyugado, el saber. Fébriles gotas de lluvia, caen paulatinamente, sobre el gastado vidrio, superior, luz del conocimiento, suelo del empirismo, cárcel que crea la libertad, dentro de ella, y jala  ásperos vientos de conocimiento en su interior. Oh! todo aquel erudito saber, que se desvanece, carcomido por el bello tiempo, arrela en la memoria, un tizne de blanca bruma, que envuelve al recóndito secreto, en fantasioso prado, amarillento, blanco, negro entre su pasado, sigue, repleto... Jamás el saber sucumbirá, por esa razón la plenitud de la virtud, hallamos, pantagruélica, de galácticas dimensiones, aquel saber, que yace, en la memoria de los libros olvidados, y en la memoria, de aquellos, cuya experiencia debe saciarse, a demás de un galvánico saber, que postula la peligrosidad de la subjetiva verdad, del verdadero conocimiento,....
   Allí, postulándose ante el sabio e indivisible viento, se postra, erguida ante nuestras espaldas, el conocimiento del supuesto saber, y objetiva virtud, según las opiniones que se han depositado, allí, espectantes a ser leídas, algún día.

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