Sueños

Todo empezó en aquel espeso bosque, de frondosos árboles, recónditos tras el velo de la noche la cual alzaba a su emperatriz al cielo vestido con su traje blanco y su báculo con el cual reinaba con su luz la oscuridad de la noche. Tras los enormes robles, de tronco ocre enroscado se hallaba un lago, de cristalinas aguas mecidas por el viento céfiro de aquella noche, de la cual surgían nenúfares como cantos de sirenas. A lo lejos, difuminada con acuarela blanca se veía una pequeña montaña, de cumbre nevada y fría como la escarcha acumulada en la punta de las hojas rojas de los robles, que se tornalunaban blancas y argentosas tras el reflejo de la Luna llena que alumbraba los reinos perdidos de aquel bosque sin fin. Aquellos reinos perdidos que se ocultaban en el bosque un día, un hombre les puso el nombre de sueños. Vanos sueños son los que se explicarán a lo largo de este relato, que, al igual que los sueños, nunca acabó ni acaba, pero tampoco acabará.

martes, 24 de abril de 2012

Dia internacional del libro: Sant Jordi


El Día Internacional del Libro es una conmemoración celebrada a nivel internacional con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Tiene su origen en la Diada de Sant Jordi (Día de San Jorge) celebrada en Cataluña, donde ha sido tradicional desde la época medieval para los hombres dar rosas a sus amantes, y desde 1925 para las mujeres dar un libro a cambio.

La elección del día 23 de abril como día del libro y del derecho de autor, procede de la coincidencia del fallecimiento de los escritores Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
Los libros: uno de los mejores inventos que haya creado el ser humano, te transportan a otros mundos en donde no has estado, te abren la puerta a nuevas realidades... ¡¡¡Un libro, mi mejor fuente de inspiración!!!!

lunes, 16 de abril de 2012

La ciudad de los Ladrones II : reflexión

Llegado el día, las nubes robaron de buena mañana, la luz del sol, y el azul celeste del cielo, fue hurtado por los negros cuervos que en aquel negro día, alzaban su aguada vista al cielo, posándose sobre sus patas, en las desnudas ramas de los  robles, que lloraban al notar su cuerpo frío y sin corteza viva, ya que los  ácaros carcomieron su dulce corteza por el vano hilo de savia.

Quedáronse los dos jóvenes y la niña en un hostal, donde algunas maderas eran robadas por las megras y sucias ratas que hacían grandes agujeros que carcomían en la pared.
En las almohadas, estaban llenas de ácaros, peqeños, picantes, hurticantes, molestos, que en eaquel mundo, onírico, entraban, y cual a negras cucarachas, viles y vomitivas, apoderábanse del corazón de los sueños, creando del extraño mundo del sueños, en una pesadilla.
Pasado el día y el mediodía, cuando los solares rayos mataron a Dios, dejando esparcida su sangre sobre el cielo, fueron en busca de los jazmines, al castillo del llamado rácano, avaro, vil, criuel, Emperador de los Ladrones.
El ladrón más rácano era, efectivamente, ese, pese a que nadie ya nunca más lo vio, y su enorme imperio, lleno de oro, dinero y joyas, estaba protegido con la Pureza.
Ninguna persona que haya robado alguna vez, puede entrar en ella.
La niña con sus ojos, que de anhelo por su cesta brillaban, indicó una pequeña ventana, donde se hallaba la preciada entrada, del castillo de la pureza.
Intentaron entrar los dos en el torreon, pero cuando  entró el segundo mozo, una eléctrica carga, estalló en su corazón. Quedó uno de los jóvenes, que altamente y con rapidez, la muralla protectora a la cual el mismísimo dios, adora, con facilidad, la pudo subir, y en ella, la codiciada cesta, descubrir.
Entró por la ventana, que de laqueado arco era, y con dificultades entó, en aquel oscuro torreón.
En aquel oscuro torreón, que ya hace tiempo, que un dragón vivía, plácidamente, con sus grandes fauces, este dormía. Bajo su enorme axila, donde el ala empezaba, un magnifico y ancho cofre, allí, oculto, se guardaba.
¿Dónde estaba el Emperador de los Ladrones? ¿Acaso era un dragón, aquel principe muerto? ¿Quién era, el Emperador de los Ladrones? ¿Era, acaso, su propio corazón, que por codicia hace necesario, el robar?
Cogió el chico, sin pensarlo, el gran cofre que debajo la enorme axila, recóndito se hallaba, y rompiedo el arco que laqueado estaba, el gran cofre, pudo pasar.
Pasando la barrera que protegía el torreón del inexistente emperador, dio la caja a la niña, donde decía que su preciada cesta, el rácano emperador guardaba. Y abriéndola, en sus ojos el reflejo, el oro sus pupilas iluminó, y sacando de allí, una purpúrea daga, apuntando el filo a uno de los jóvenes, a bocajarro, cerró el cofre, y con él huyó. 
  - Los jazmines los perdí hace tiempo, y cuando encontré la cesta, por fin, vi como mis flores, quedaron marchitas, y de jazmines, de blanca azucena, ¡ay quán bonitos eran!, convirtiéndose en unas flores negras, hechas de ceniza, cual a carbón.
Se giró niña para huir corriendo, y vio a los dos niños, que antes la espada robaron de los dos mozuelos, colgados, desarropados, y como si el mundo diese un final a este cuento, como si Calderón hubiese visionado esto, como si el destino del mundo fuese una gran actuación, donde el final del papel de cada persona, fuera la muerte, girando lentamente, enrollados en una cuerda, acabaron su papel, dándoles Caronte un mortuorio corcel, para salir del gran teatro, llamado por los personajes, El Mundo.
Mientras, tras mi mente pasa esto, el viejo de escarlatas prendas, que finalmente con el férreo premio se quedó, incó cual a dientes de un jaguar, el filo de las dos espadas, a la pobre y cualpable niña inocente, que robó el tesoro del mundo, y al darlo todo a la luz, a su cuello se lanzaron como agitados, por la rabia algunos caballos, y agacó como aquellos niños, colgados en una cuerda, danzando sus cuerpos, ya muertos, y poniendo un fin a su guión, todos soñaron en su día lo que son, y el cansado titiritero, quitó de escena al mundo entero, ya que el mundo en conclusión, todos sueñanlo que son, ya que el mayor bien es pequeño, y toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. 



                                                                                                                                                                     Dedicado a la sociedad actual, y a uno de los mayores escitores de la   historia Español, y uno de los mejores escritores, que jamás haya existido, Pedro Calderón de la Barca.  

domingo, 15 de abril de 2012

sonata del recuerdo

                      
               Sonata del recuerdo  

                Recuerdo aquella dulce primavera,
En el que el céfiro viento arrastraba
El débil hilo que nuestros recuerdos guardaba
 Y que aquella tarde, inolvidable fuera.

Recuerdo tus rojos labios del atardecer,
Recuerdo que del mar estaba hecho tu placer,
Y tus negros ojos nocturnos cantaban,
Y en tu mente, de nuestro amor guardaban.

Recuerdo que fue el pecado más delicioso el conocerte,
Recuerdo que fueron tus labios los que en concederte,
Concedieron tu onírico sueño de amor
Que hoy, al fuego, hace lucir tu honor.

Recuerdo el sabor de tus dulces labios,
Recuerdo el ingenio de tus enlabios,
En el que pude, por fin, conocerte
Y luego, con mi amor inerte,

Creamos con nuestros sueños tejidos,
Nuestra onírica utopía.

Recuerdo y solamente recuerdo…
    
                                         Deklan Croneil

lunes, 9 de abril de 2012

La ciudad de los ladrones

Era una soleada tarde de otoño, donde el olor de los jazmines levitaba, bailando en el viejo viento del norte que peregrinaba a una vasta tierra. Los altos árboles que a lo lejos se veían, creaban el horizonte, y la grandes montañas que se difuminaban con la blanca niebla del atardecer, hacían la profundidad del cuadro que por un verde prado estaba este formado, haciendo de todo una ilusión.
Su mirada se había perdido en el olvido y creando del tiempo un ciego halo de luz, creaba el hilo que separábale de su mente, transformándolo así en la enorme figura que centelleantes cascadas anaranjadas producía, e interminable hacía la libertad a tierra y agua, escondiéndose paulatinamente en la pura realidad.
Los dos chicos fueron avanzando por los bosques, altos, frondosos y formado por pinos negros, que de su espesura, invisibles sus copas se tornaban. Aquel camino estaba alfombrado con el pétalo del otoño y regado con el lijero aroma que cercanamente unos ya marchitos jazmines misteriosamente producían.
Avanzaron, hasta dejar caer al sol en los infiernos y dejar bajar a la luna del paraíso, donde llegaron a un iluminado prado, donde el viento hacía sonar con  su eterno arco las cuatro cuerdas del violín de la vida, haciendo caer allí, las cadencias y la armonía. En el centro del prado, un enorme roble, entrelazaba sus ocres troncos y peinábase sus largos cabellos con el céfiro viento de aquella iluminada noche. Los lobos aullaban a lo lejos, perdiendo el viento sus partituras y olvidando en el tiempo, lo que un día fue su existencia pura.
Entre toda aquella armonía, una octava más aguda descordinó la pieza, llamando la atención a los dos chicos, que en el verde musgo sentados descansaban. Provenía aquella octava, más aguda que el violín del viento, del gran roble que yacía y arraigaba sus interminables raíces en el suelo del claro prado.
Los chicos se acercaron cautelosamente, impactantes e ignorantes de lo que estaba por suceder.
Dentro del enorme árbol, carente de un mediano agujero carcomido, una esquelética niña, como si de la muerte su vástago se tratase, de enjuto cuerpo y flacos rasgos, se acurrucaba y protegíase del viento, la muerte y el olvido. Vestía viejos harapos verdes y en sus ojos se notaba el reciente arroyo que por la luna habían caído y aquel prado de blanca azucena y rosa inundaron. Su tímida boca, permanecía escondida, secreta tras sus purpúreos labios, y un creciente pelo negro-azulado era tímidamente iluminado por un débil halo de luz que un pequeño agujero dejaba pasar. Los dos chicos la sacaron de allí y en sus tiritantes ojos se reflejó el miedo tintado con virutas de cobalto.
Resultó ser, al paso de un rato de silencioso duelo,que paseando inocentemente por los bosques oscuros, portando en su frágil mano, una cesta de jazmines, unos truhanes humanos se la hurtaron sagazmente y salieron huyendo con el botín en sus manos, desperdiciando y dejando caer, las ya marchitas flores-al tocar las esqueléticas manos de la muerte- y dejándole a la pobre niña sin su rica cesta de bellos y olorosos jazmines, purpureas y escarlatas.

Esta, sus anhelos a los chicos mostraba y dijoles que si los encontraban,posiblemente en frente de su casa estaban. Aquella alta casa, en la ya apestosa ciudad estaba, que como así siempre la apodaban, todos los ladrones allí estaban, y sus sucias manos solamente hurtaban, en la Ciudad De Los Ladrones.

Los chicos prometiéronle lo prometido y dispusieronse a buscar partido, en busca de las bellas flores, en la ya famosa, Ciudad De Los Ladrones

¡Ay de mí! cuanto trayecto hicieron pasando tímidamente por las fauces que los lobos abrieron y trayendo la venganza a la ahora, ya roja luna a la ciudad. Entraron paulatinamente, y entre los cimientos que arrancaban lentamente, robados audazmente, entraron a la ciudad. El cielo rojo, decorado, como si de un gravado se tratase,  el negro humo hacia empalidecer a la blanca luna que al mecer, sus estrellas giraban, y entre ellas se robaban la vida que debían todas merecer.
En cuanto entraron a la ciudad, dos osados bandidos que al no ser de mas de diez años, posiblemente fueren vendidos, les robaron las dos espadas y a estos, a su vez, fueron robados por dos inocentes jorobados, dejandoles rebolcados, a los dos niños en el fango. Los pobres viejos jorobados, que iban con sus dos espadones, recién robados, notaron en sus gargantas como dos dagas lentas, incrustaban su fino filo haciéndoles en su cuello un caudillo, que de roja sangre manchó el ya robado cuchillo.
Al asesino este, otro desde su hogar celeste, cogiole las espadas y fuese. Al guardarlas este ladrón, en una custodiada caja, los niños revolcados por los ya muertos jorobados, hicieron una enorme raja, que rompió la caja, como con un pastel. El viejo de la casa, al enterarse, dejó pobres a los niños, cual el Mundo al Pobre, autor de su gran teatro desarrope.
Conseguidas ya sus espadas, guardolas cuidadosamente un una de las baldosas. Cuando con Morfeo su alma se encontró, un viejo barbudo, por la chimenea entró. De lujosas galas, color bordó, y bordadas botas, que por allí encontró, en un enorme saco beige guardó y las dos preciadas espadas en ella metió. Los viejos, al morir, se tuvieron que substituir, para la cadena trófica, no destruir. En su lugar a pedir, un viejo mono araña, que de su aspecto se te mueven las entrañas teniendo en sus ojos migrañas, pena dio al ladrón barbudo, que dejó su saco a un sordomudo para al mono poder ayudar. El de la casa, ya liberado, cogió  el saco, y como cosido y cantado, se había encaminado a la lúgubre existencia.

Así sucesivamente iba pasando la espada, de mano en mano, hasta que alguno moría  y era substituido por otro que entraba en el conocido juego de la vida. Nunca acababa el robar, nunca acababa el matar, Y continuamente los ladrones robaban a los ladrones, siendo animales, o personas, ya daba igual.
Así vivían, como si de la cadena alimetícia se tratase, interminable, incesante.
La pobre niña miró a los dos chicos con sollozantes ojos, inquiriendo, el ¿Dónde están mis jazmines? pese a que marchitos por la muerte están, aún los sigo queriendo.